A más grande la herida, más grande la perla
No hay que ser un gran pensador para comprender que las más valiosas enseñanzas son producto de los golpes más dolorosos… Qué difícil nos resulta a veces actuar asertivamente aún cuando nuestro «status quo» puede encontrarse altamente comprometido.
Dicen que cuando nos aferramos a una idea de algo o de alguien es más fácil que nos arranquen la cabeza antes que sacarnos la idea y además tendemos a filtrar la realidad como bien lo diría E. Kant, volviendo nuestro entorno una amalgama de hologramas producto de nuestras olímpicamente ignoradas pero latentes inseguridades.
Por otro lado, puede que nuestro ambivalente sentido común (el cual por cierto es siempre el menos común de los sentidos) nos indique la salida al final del túnel, pero nuestra calidad de seres cómodos, complacientes y poco aventureros nos estanca en el fango del conformismo prefiriendo evitarnos la incomodidad y el mal sabor que en ocasiones puede generar escupir un «no» o un «basta ya».
Me ocurre en ocasiones que encontrar la fuerza para alejarme de una situación viciada o incomoda me resulta más incómodo que la situación en si; sin embargo, considero ciertos golpes justos y necesarios ya que el día que dejemos de aprender o de darnos en la cabeza con un mazo, será el día que parará nuestra producción de colágeno intelectual y nos comenzaremos a marchitar indefinidamente.
No son los problemas, es cómo los afrontamos y cómo la moraleja de nuestra lección previamente aprendida nos cala el corazón de por vida. No somos nuestros errores, somos las enseñanzas extraídas de esos errores, así como tampoco somos nuestro pasado, somos el presente que se forjó producto de ese pasado, somos el aquí y el ahora que aprendió del ayer y que es muy probable siga cometiendo errores el día de mañana. Las placas tectónicas de nuestro «yo» siguen temblando y se siguen moviendo… cada sacudión es un reajuste y re acomodo de nuestro corazón.
¿Conclusión?
- No es el que más lucha el que vence, también debemos aprender a retirarnos.
- Darse en la cabeza o en el corazón no nos debilita sino que curte lo que hay que curtir y ablanda lo que está muy duro, moldeándonos en una mejor versión.
- Las perlas primero fueron lágrimas.