Danzando alrededor del fuego

No todos los días son buenos, no obstante tampoco podría catalogarlos como malos así que más bien procuro etiquetarlos como “ajetreados”. A veces mi incapacidad de permanecer en ese status quo de balance mental y emocional de categoría resiliente, desemboca en esos días ajetreados los cuales para mi involucran ritos de censura ante las “injusticias” que según mi niña interior me han tocado vivir.

Se sobreviene en días así, una danza alrededor del fuego donde me dedico a tirar a la hoguera las preguntas a las que no encuentro respuesta, lo que me queda de fe, mis recriminaciones a las deidades divinas, oraciones fallidas, alguno que otro auto reproche, además de varios litros de lágrimas extra a las que he aprendido a no tenerles miedo porque me drenan el alma cuando la tengo a punto de ahogarse. Adicional a todo este culto a la pataleta (como podrían verlo algunos), lo que más me cuesta de los días ajetreados es como Coco perciba mi danza de odio transitorio… Mi intención jamás es que él sienta que mi vida no es una gran vida, que no valoro o bien disfruto nuestro caminar o que nuestras aventuras no han sido suficientemente agradables o enriquecedoras como para dejar a un lado la nube de miseria que durante los últimos 3 años me visita al menos una vez al mes. Todo esto suena como mucho para digerir y sobretodo si toca digerirse semejante banquete de emociones mensualmente, pero malo o bueno (psicológicamente hablando), por ahora forma parte de mi efímero caminar en esta gran masa de tierra y agua.

Hace más o menos un mes, mi prima me pasó un artículo escrito en “The Man Repeller” donde una de sus editoras describe con sus propias palabras, letra a letra y como si hubieran salido de mi propia boca, lo que yo he peregrinado día a día y se que otras mujeres también, en el camino para tratar de conseguir lo que muchos tienen pero no todos valoran.

Definitivamente no hay ying sin yang, el balance en la vida es clave y definitivamente mi cielo es más vasto que mi infierno, pero eso no quiere decir que sus llamas no me quemen. Curtirse duele, pero como alguna vez le dije a alguien a quien quise (y aún quiero) mucho:

“Nadie hubiera cruzado el océano si se hubiera podido desembarcar en las tormentas.”

Bueno, esta es mi tormenta y no pretendo bajarme sin haber llegado a mi destino; no me importa lo que allí me espere o bien no encuentre en el.

Abajo, coloqué el link al artículo (algo largo) con el que tanto me identifico y con el que a pesar de que el principio de nuestra historia (la de ella y la mía) es el mismo, se que quizás el final no corra la misma suerte, sin embargo estoy dispuesta a seguirlo intentando.

https://www.manrepeller.com/2017/11/leandra-medine-pregnant.html

“He would remind me to look up at the light, not down at the darkness. Then he’d count on his finger tips, as if he needed to keep track for my sake, all the ways in which we were blessed, I was blessed. Intellectually, I understood. I agreed. But emotionally, I couldn’t shake the interminable feeling that I wasn’t supposed to be here — that the earth was rejecting me but not letting me die….”

“Of course you will be happy again, he replied”

KarlotitaconKa.

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