¿Vine de fábrica o soy “custom made”?

¿Estamos determinados genéticamente o es el ambiente quien nos forma?

Existen una serie de mitos y realidades que danzan alrededor de esta interrogante y que como curiosa innata suelo cuestionarme en ocasiones, a fin de entender y entenderme un poco mejor al tratar de diseccionar los por qué de mi comportamiento y el de quienes me rodean.

Habiendo leído diferentes puntos de vista frente a ambas posturas y observado un breve documental sobre este mismo tema me anclé momentáneamente en la misma conclusión a la que había llegado antes de documentarme al respecto, pero con más información para argumentar.

Considero que si bien es cierto nuestro ADN se encuentra cargado de características que pueden llegar a incitar nuestro comportamiento, o bien acarrear ciertas enfermedades, también es probable que dichas características no lleguen a manifestarse si el ambiente en el que nos desarrollamos no lo gatilla. Leí en un artículo que: “Los genes nos dotan de diferentes formas de responder a nuestro entorno” … “Y parece que, de hecho, algunas de las primeras influencias recibidas en la infancia y el tipo de educación afectan a la expresión genética, activando o desactivando diferentes genes, y situándonos en una trayectoria evolutiva distinta, para adaptarnos al mundo en el que nos toca vivir.”

La genética y el ambiente pueden complementarse, es decir, pueden predisponer una conducta mas no predeterminarla.

Esto me lleva a aquel refrán (soy mucho de saberme refranes gracias a mi madre) que dice: “hijo de tigre nace raya’o” … y es la forma en la que el común de las personas manifiesta que un individuo debe parecerse no sólo físicamente sino en términos de comportamientos y conductas, así como habilidades, destrezas y defectos a sus padres y familiares ya que en teoría “se lleva en la sangre”, sin embargo, también escuché en alguna ocasión decir a un entrenador de caballos que, si bien el potro podía ser hijo de campeones de carrera pura sangre no necesariamente ese ejemplar iba a resultar campeón, si no se le entrenaba apropiadamente. Esto a mi ver hace alusión a que, a pesar de tener la disposición genética de ser bueno en algo si el ambiente no colabora o favorece esa disposición genética, la misma no llegará a desarrollarse a su máximo potencial.

Pienso que el barrio, la escuela a la que asistes, la educación que te brindan tus padres o cuidadores, el tipo de apego que tienes con ellos, la alimentación, la cultura, la sociedad e incluso hasta la economía son parte del engranaje que sumado a la genética y nuestras capacidades biológicas e intelectuales potencian el alto o pobre desempeño y evolución de una persona.

Esto lo explica mejor que yo la Teoría Ecológica del Desarrollo Humano de Bronfenbrenner la cual consiste en «un enfoque ambiental sobre el desarrollo del individuo a través de los diferentes ambientes en los que se desenvuelve y que influyen en el cambio y en su desarrollo cognitivo, moral y relacional» … «Esta perspectiva concibe al ambiente ecológico como un conjunto de estructuras seriadas y estructuradas en diferentes niveles, en donde cada uno de esos niveles contiene al otro. «

Por ejemplo: la familia, los padres o la escuela involucran un sistema llamado microsistema; además, tenemos el mesosistema el cual incluye la interrelación de dos o más entornos o microsistemas en los que la persona participa de manera activa, es decir, la relación que existe entre la familia y la escuela o la familia y los amigos; por otro lado, el exosistema el cual se relaciona a las fuerzas que influyen a lo que sucede en los microsistemas, por ejemplo: cómo afecta el trabajo de los padres en la familia; y por último, el macrosistema y cronosistema, los cuales abarcan la cultura y la subcultura en la que se desenvuelven todos los individuos de una misma sociedad así como la época histórica en la que vivimos.

Todo lo anterior me lleva entonces a revivir de manera muy general el contexto social que vivimos actualmente en torno a la política de corrupción que nos indigna a diario, pero que parece normalizarse y aferrarse fervientemente a nuestra idiosincrasia nacional.

¿Podrá la predisposición genética y las oportunidades de superación que le brindemos a las generaciones en desarrollo luchar cuerpo a cuerpo con la cultura del juega vivo, corrupción y deshonestidad que nos acecha cada vez de manera más corriente?

Se ha normalizado tanto que se está dejando de lado el educar con el ejemplo, además de dejarle gran parte del trabajo a nuestra «buena genética» sin darnos cuenta que gran parte de nuestra calidad humana es nuestra capacidad de moldearnos, aprender, desaprender e inmortalizar nuestro legado a través de las experiencias.

Somos multifacéticos y todo lo que hay a nuestro alrededor, bueno y malo le da empujoncitos hacia la cima o al precipicio a nuestro yo, colaborándole en la construcción de nuestra personalidad y lo que transmitimos a los demás.

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