Niños de negro

Pensar acerca de la muerte es muy profundo, aterrador para otros, pero definitivamente es algo en lo que alguna vez alguien por muy vivito o muy coleando llega a vislumbrar. Esto lo hacemos ante diferentes contextos, pero yo creo que somos más vulnerables a ser invadidos por estos sentimientos cuando alguien cercano o alguien famoso acaba de morir. Nos preguntamos qué hay más allá, si estamos o no listos para partir, si hay algo de lo que nos queremos arrepentir, entre otras cosas. Sin embargo, si bien también solemos tirar un pensamiento al aire sobre el «¿que será de mi familia?» no tenemos certeza de que es lo que realmente sucede con nuestros seres queridos en caso de que nos dispongamos a deshabitar este gran saco de huesos. Los últimos meses he estado aprendiendo mucho sobre los niños, su magia y su desarrollo, desde el momento que son concebidos hasta los 12 años y es ahora que hemos dejado un poco de lado los cambios físicos y cognitivos para adentrarnos en ese laberinto de arcoíris que pueden ser sus emociones y fue así como llegamos al duelo y como lo viven los niños.

Dicho esto, traté de hacer un viaje en el tiempo y me adentré en la cueva de «Dark» a fin de reencontrarme con mi yo de 8 años para reflexionar sobre qué significó el fallecimiento de mi padre y cómo hice o si bien hice un duelo al respecto. Recuerdo haber inferido que algo malo había sucedido por cómo se comportaban todos en casa, sin embargo, no me hicieron partícipe de lo sucedido quizás porque aún era muy pequeña para entender. Por otro lado, el protagonista principal y generador de aquella atmósfera lúgubre y gris, se les había adelantado días atrás y tuvo una conversación de adultos conmigo cargada de sinceridad y sabiduría sobre cómo se vislumbraba el posible futuro inmediato. Así, sin más, mi padre me habló claramente de que de manera definitiva se acercaban nuestras últimas semanas juntos, que estaba prohibido olvidar lo mucho que me amaba y que sin importar qué difícil podría ser todo sin él, yo era inteligente, linda y capaz de lograr y conseguir lo que fuera que me propusiera, aunque él no estuviera para recordármelo. Fue entonces cuando me dispuse a acercarme a mi mamá y decirle que sabía lo que había pasado… es aquí donde mi yo presente mira a mi yo pasado y sonríe al ver lo ingenua y pequeñita que era en aquel momento, pero mi valentía y determinación (ciertamente heredada de mi madre) eran más grandes que yo!. Le expliqué a todo el público presente que ya sabía que mi padre no estaba y que “todo estaba bien porque ya nos habíamos despedido”. Al ver esto, todos quedaron maravillados con mi “madurez” y se enfocaron en cada quien continuar con sus vidas. Supongo que pensaron: uf! Nos ahorró la parte difícil esta niña. – No obstante, el duelo no se trata de simplemente «saber” que alguien se fue y menos si se trata de un niño, ya que a ciertas edades no se comprende bien qué significa un «para siempre»; asimismo, como en el caso de los adultos, el duelo de los niños también supone atravesar por etapas y reacciones comunes como: rabia, negación, culpa, fluctuaciones de humor y dificultades en la concentración, así como problemas escolares; dificultades por las que como en la mayoría de los casos yo también experimenté, pero suelen ser pasadas por alto o desestimadas porque los padres no las entienden y al no comprenderlas no las lidian correctamente. Por otro lado, yo tampoco comprendí a mis 8 años lo que significaba un «para siempre» así que sucedió lo inevitable cuando 5 o 6 meses después caí en cuenta que esa persona a quien tanto amaba se había ido, y realmente no iba a volver más, cayéndome en el abismo sin fin de lo que yo llamo un “duelo tardío” con todos y cada uno de los síntomas del mismo.

Es importante saber que no son sino los niños en una etapa más avanzada dentro de los 9 -12 años que logran comprender que la muerte es permanente, irreversible, inevitable, universal y no funcional. Además, si tomamos en cuenta cuál era la relación emocional o el grado de apego que tiene el niño con el objeto perdido, podríamos vincular un poco mejor la relación entre la tristeza que podría sentir con la frustración de no entender la pérdida. Los niños que pasan por estas experiencias dolorosas deben tener la oportunidad de realizar un duelo saludable donde es determinante la calidad de la red de apoyo, no solo de parte de sus familiares sino también de la escuela y amiguitos.

Es necesario implicar a los niños, de acuerdo a su edad, en los sucesos que se están viviendo, informarles de la situación de una forma sencilla y lo más natural posible. En cuanto a los adultos y su comunicación emocional, no temer mostrar el dolor o la preocupación de forma controlada ya que esto hará que el niño también se sienta libre de poder mostrar sus emociones. La madre, padre o cuidador, con quien se sienta más cómodo, debe dedicar un tiempo diario a estar con el niño, a garantizarle afecto a pesar del dolor y fomentar sus emociones, tanto de tristeza como de rabia. Ante todo, ser capaces de entender las emociones que están sintiendo, aunque no necesariamente permitir cualquier mal compartimento, excusándolo en el dolor ya que todo se trata de un balance donde los límites, normas y lo que les provea seguridad y calma converjan en sinergia con la empatía. Por último y no menos importante, ser facilitador para retomar el ritmo cotidiano de sus actividades a fin de normalizar su vida, evitar expectativas o responsabilidades excesivas, pero, sobre todo, teniendo en cuenta el elemento característico en los niños, habrá que evitar que ocupen el “papel” de la persona fallecida como forma de agradar y satisfacer a los adultos.

A pesar de que en mi caso no conté con muchas de estas opciones al menos recibí la más importante de todas que fue la oportunidad de despedirme. Todos necesitamos cierres para que a partir de ese final podamos arrancar un nuevo comienzo y por ello le estaré eternamente agradecida al gran Armando. Han pasado 25 años desde que nos despedimos, pero cada una de sus palabras las atesoro en mi corazón.

Y sí, fui una niña que tuvo que vestirse de negro, pero que logró superar su duelo como también lo harán otros niños con la ayuda adecuada para que también puedan recordar con alegría tan sólo los mejores momentos.

KarlotitaconKa.

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